Ya decían Wenger y colaboradores que “casi todo el mundo piensa que sabe qué es una emoción, hasta que intenta definirla. En ese momento prácticamente nadie puede entenderla”. Hoy en día, sabemos que la emoción es un proceso psicológico que nos prepara para adaptarnos y responder al entorno, pues nos permiten reaccionar de forma apropiada y rápida, sin tener que pensar.
Una de las contribuciones más importantes que se ha producido en la comprensión de la emoción la realizó Charles Darwin sugiriendo que las emociones y sus expresiones eran biológicamente innatas. Darwin resaltó el carácter funcional de las emociones: la conducta emocional (principalmente la expresiva) tiene un valor y una función adaptativa para la supervivencia. Actúa como un sistema de alarma, señalándonos las cosas que son peligrosas o aversivas que debemos evitar, y las cosas que son agradables o apetitosas a las que debemos acercarnos. En los estudios que de esto han derivado, se ha comprobado que la expresión emocional (fundamentalmente facial) es universal, está determinada genéticamente y responde a un mecanismo que cumple una función comunicativa para favorecer la adaptación del organismo ante situaciones de emergencia, incrementando sus posibilidades de supervivencia.
Además de la función comunicativa o social que tiene la emoción, los investigadores también han definido su función motivacional, pues la relación entre emoción y motivación es íntima. La emoción puede determinar la aparición de una conducta motivada, dirigirla hacia un determinado objetivo y hacer que se ejecute con intensidad. Podemos decir que toda conducta motivada produce una reacción emocional y a su vez la emoción facilita la aparición de unas conductas motivadas y no otras.
Patrones emocionales detectables y medibles:
Siguiendo la hipótesis planteada por Charles Darwin, el psicólogo estadounidense Paul Ekman demostró con sus estudios que las expresiones faciales de las emociones no son determinadas culturalmente, sino que son más bien universales. Concluyó que universalmente existe la expresión facial de siete emociones: ira, miedo, tristeza, asco, sorpresa, alegría y desprecio. Este estudio ha sido posteriormente replicado por diferentes investigadores de todo el mundo, usando diferentes metodologías y con la participación de múltiples culturas, y siempre se han obtenido resultados en la misma línea.
Otras de las grandes aportaciones de Ekman ha sido establecer un “Sistema de codificación de acción facial” (FACS) en el que se definen el conjunto de movimientos musculares faciales que corresponden a cada emoción mostrada. Este sistema de análisis es una de las pocas técnicas disponibles para evaluar las emociones mostradas por una persona en tiempo real. Durante mucho tiempo se han codificado manualmente las unidades de acción facial mediante la grabación en vídeo de los participantes. Sin embargo, actualmente es posible hacer este análisis utilizando herramientas como el Facial Coding en el que un software hace este trabajo por nosotros, permitiéndonos ahorrar gran cantidad de dinero y tiempo.
Este avance ha revolucionado el campo de las neurociencias, la ingeniería y los biosensores, ya que gracias al Facial Coding podemos hacer de dominio público el análisis científico de las emociones y darle aplicaciones comerciales.